A propósito de El Freixo: reducir (CRV. Mundotoro)

El primer toro de un ganadero está en su mente. La primera vaca, también. Luego está el trabajo de hacer eficaz y real ese toro y esa vaca con lo que se tiene en casa. Un ganadero es, por tanto y, antes que nada, alguien con un toro en su mente o corazón o en ambas partes. Luego está lo otro, que es inmensamente difícil, costoso y escasamente reconfortante. Y si un ganadero es, primero, un toro en su mente, los toreros que se hacen ganaderos llevan consigo un plus de no éxito. En su mente tienen una visión del toro para ser toreado por ellos, hay una especie de contaminación o de juicio previo respecto al toro desde el punto de vista de un ideal anterior al del toro: su faena o toreo ideal.

Creo que para ser un buen ganadero hay que reunir tres cosas, gusto, ser buen aficionado y tener dinero. El gusto (no hay buen gusto o mal gusto, se tiene gusto o no se tiene) da las hechuras. La buena afición por el buen torear, daría la búsqueda de la embestida profunda y sin inercia, o con posibilidad de ser reducida. El dinero es lo que le sostendría a merced de tanto viento en contra: no hay nada mas estúpido desde el punto de vista del rédito económico que el ser ganadero de reses de lidia. Son el muñeco de feria del toreo actual.

Hay ganaderos que tienen eso. No les fiscalizo la parte tercera, pero puedo suponer que algo hay en caja. Pocos, pero los hay. Una figura del toreo también tiene o se le supone dinero. Una cuestión de afecto al toreo pues invertir en el campo no es otra cosa que regresar al punto de partida, a los orígenes. Invertir en toro es un acto de respeto y agradecimiento. Pero, históricamente, la figura del toreo no suele ser figura de los ganaderos. Puede ser porque el toro de su mente esté toreado por él antes de tratar de hacerlo real. Y eso no ha de ser ni bueno ni malo, sino depende. Y la ganadería no se puede hacer basada en un depende.

El movimiento da, casi seguro, inercia: pasa y se va, al menos en el primer pase. Pero el movimiento sólo no es sinónimo de embestir, una cuestión que, tarde o temprano, puede permitir “reducir las embestidas”

¿Es imposible que una figura del toreo sea figura de los ganaderos? No lo creo. Hoy hay una conexión casi diaria que retroalimenta a ciertos ganaderos con ciertos toreros y el toreo que más retroalimenta es El Juli. Uno se pregunta si ciertas ganaderías no tienen un toque de El Juli en su casa. Y, al revés, en casa de este torero ganadero, algo habrá de esos ganaderos. Por otra parte, los toreros llamados “largos” antaño, tienen en la mente una posibilidad de toros mas amplia. Todo son conjeturas, claro, pero creo que la novillada de Vistalegre permite aspirar a esta figura del toreo, El Juli, se ser un buen ganadero. Que no es otra cosa que aportar un toro bueno para el toreo.

Con disparidad de reatas, supongo por los tipos y hechuras, la novillada tuvo gusto en presencia. Si me apuran, el más “feo” fue el de mas clase, el quinto. El tercero, dicen que viene de una reata de Daniel Ruiz que da muy bueno. Toda fue buena porque el sexto, el más «vulgar» en condición, tuvo atisbos de buen son en su escaso fondo. Los demás con un denominador común: todo lo querían por abajo. Y, dentro de esa condición, una excepcional: llevaban dentro la negación de la inercia. Esta cuestión que casi me obsesiona como aficionado, se puede explicar diciendo que el toreo cumbre da inicio cuando la inercia derivada de la velocidad del movimiento o embestida, no existe.

Matizo movimiento y embestida, dos cosas que no son lo mismo. El movimiento da, casi seguro, inercia: pasa y se va, al menos en el primer pase. Pero el movimiento sólo no es sinónimo de embestir, una cuestión que, tarde o temprano, puede permitir “reducir las embestidas”. Un toro que embiste claro, con la intención de seguir la muleta con el hocico y el pitón de dentro, una vez perdido el brío fuerte de la movilidad/inercia, admite que el toreo sea de citar o llamar, embarcar, traer y darle salida. Sin inercia, a toro parado y hasta donde se le lleva, no más allá. Eso es profundidad. Y en ese muletazo, si se pone a compás vuelos de la muleta, brazo, cuerpo, mando, embestida y trazo no lineal, llega eso que no es temple. Lo supera.

Aquello pasa mas despacio porque ya no pasa, se hace pasar. Ya no se mueve, embiste, ya no hay nada a su aire, no hay acomodo de velocidad a movimiento de muleta. Aparece el cuasi imaginario, secreto y mágico instante de reducir el paso del toro, el tiempo prolongado en un mismo espacio: eso es reducir. Y eso, en mi opinión, es la cumbre del toreo. Luego, cada cual, con su estética, forma o expresión. Eso tuvo el primero, el segundo, sobre todo por el pitón izquierdo, y el quinto. Éste, de absolutamente detenido, empujaba la muleta con el hocico desde que los vuelos le llamaban sin toque, mecidos. Y la seguía en ese golpe de riñón sin galope de inercia, sino metiendo la cara antes del embroque. Por eso Rufo pudo y supo torear ampliando el tiempo del muletazo en el mismo espacio.

Alguien dirá que esta definición de reducir es una estupidez. Bien. Les propongo un reto: escuchar un óle en uno de esos muletazos, o gritarlo. Les da tiempo a decir dos óles o prolongar uno sólo muy ronco y roto.

Alguien dirá que esta definición de reducir es una estupidez. Bien. Les propongo un reto: escuchar un óle en uno de esos muletazos, o gritarlo. Les da tiempo a decir dos óles o prolongar uno sólo muy ronco y roto. Porque hay mas tiempo para el óle en el mismo espacio, es decir, en un mismo muletazo. Hay un óle como detenido, sacado muy de dentro. Sólo el toreo desde dentro provoca el olé gritado desde dentro. A lo mejor ya no es tanta la estupidez.

Explicar estas cuestiones si pueden ser estupidez, pues es un algo casi técnico y explicar un sentimiento, la razón de un óle ronco y duradero y casi de pie, posiblemente sea ningunear la magia que esconde esa embestida. Que nace, primero, en la mente del ganadero con gusto. Y si tiene leña para decir no a lo que distorsiona eso toro de su mente, pues es genial. Carísimo pero genial. Lo mas costoso del mundo mundial, pero genial. Y la novillada de Julián López El Juli, fue eso, sencillamente genial. Es bueno decirlo porque con el vientre abierto como un libro, la cornada a Manuel Perera puso, como ha de ser, al humano por encima del animal. Pero, pasadas las horas, es bueno hablar de toros. Cabalmente. Aunque sea una estupidez.